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jueves, 14 de febrero de 2013

BILLETE DE IDA Y VUELTA


      Vístete de rojo. Enfúndate en unos pantalones rojos, desliza tus brazos por las mangas de una roja camiseta, y cubre tus pies con unos zapatos, también rojos.

      Peina tu cabello y rocía sobre tu cuello una abundante cantidad de colonia (no escatimes en gastos), hasta que no seas capaz de respirar más que el aroma del denso perfume.
      Ve a la floristería más costosa y compra un gran ramo de las mejores flores. ¡Ah!, casi lo olvidaba, adquiere en adición una caja de los bombones más caros de una confitería. Si quieres, además, puedes hacer una reserva en el mejor restaurante de la ciudad, preferiblemente para la hora de cenar.
      Ya estás listo. Ahora coge lo que obtuviste y dirígete a su casa. Cuando llegues, toca al timbre. Alguien, seguramente una chica de voz agitada y nerviosa, preguntará por tu identidad. Simplemente dedícale unas palabras de cariño y afecto, escoge aquellas que nunca escuchó de tus labios.
      En el momento en el que abra la puerta, ofrécele esos presentes y róbale un beso. Sal con ella a pasear, los dos solos y, por la noche, llévala a comer.

      ¿Hiciste todo lo que te dije? ¿Sí, verdad? Pues bien, ya que me hiciste caso, en este instante deseo que dejes de pensar en ello tal reciente ruego: en el segundo en que la tenue luz del amanecer penetre a través de las rendijas de las ventanas de tu cuarto, y roce tus rosáceos párpados, desvélate. Abre, entonces, los ojos.
      Levántate de tu lecho y mira el reloj. Son las seis de la mañana, hoy, 13 de febrero. Un día cualquiera, pensarás; no se celebra nada, creerás.
      Ya debe habérsete olvidado el sueño que tuviste anoche, mejor, porque mi último anhelo es que partas de tu portal con la mente limpia del ya mencionado recuerdo. En pijama, no importa la ropa que luzcas.
      Anda camino a su hogar, llámala y dile que la quieres. Bésala y abrázala como si de ello dependiese tu vida, al igual que si este día fuese el último y, mañana, dejaras de respirar.
      Pronuncia el “te amo” más sincero, acaríciala suavemente y deja que tu boca hable por ti.

      Anota estas últimas palabras y repite el proceso mañana. Y la jornada siguiente, y la otra.
      Pero, eso sí, nunca permitas que regrese la pesadilla pasada a tu cabeza, autoriza que sea reemplazada por estas anotaciones; con la intención de, a posteriori, trasladarte al lugar donde resida ese sueño, y traerlo de vuelta a la realidad donde, hace años, todas las fechas eran idóneas para declarar tus sentimientos, un pasado en el cual cada data se presentaba virgen oportunidad, intencionada a tornar el rostro de alguien en un gesto alegre; el mundo de antaño en el que un “te amo” no necesitaba un billete de ida y vuelta todos los 14 de febrero. 

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